miércoles, 19 de mayo de 2010

Arte en la calle "Gustavo Adolfo Bécquer"

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Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es una de las grandes figuras que Sevilla ha dado al mundo de las artes. Ya a finales del XIX surgió la idea de levantar un monumento que honrase su figura, incluso el escultor Antonio Susillo fue elegido para llevar a cabo el proyecto, sin embargo no sería hasta principios del siglo XX cuando se retomase la iniciativa. Fueron los Hermanos Álvarez Quintero los que sufragaron gran parte del monumento cuyo boceto fue encargado a Lorenzo Coullaut Valera. En 1910 fue presentado en Madrid, en el marco de la Exposición Nacional de Bellas Artes y un año después fue inaugurado en su emplazamiento del Parque de María Luisa.
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El lugar elegido para erigir el monumento fue el Parque de María Luisa, recién donado a la ciudad por la Duquesa de Montpensier. En concreto se diseñó en torno a un ciprés de los pantanos, plantado a mediados del siglo XIX y que contribuye a dar mayor monumentalidad al grupo escultórico. Siguiendo el boceto de Coullaut Valera, tanto el busto del poeta como las tres figuras femeninas fueron realizadas en el taller del escultor italiano Federico Bechini Bagnasco, con sede en Barcelona. Las dos esculturas metálicas también fueron fundidas en la ciudad condal, en este caso en la fundición de otro escultor italiano, Romolo Staccioli.
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El busto de Bécquer, de gran solemnidad, nos muestra una figura madura, quizás excesivamente madura teniendo en cuenta que cuando murió apenas contaba con 34 años. El poeta aparece con la mirada perdida, sin mirar a ningún lugar en concreto pero conteniendo una gran profundidad psicológica, como soñando con una vida que le gustaría haber vivido pero que la enfermedad le arrebató cuando prácticamente acababa de empezar. El pedestal que sostiene el busto, de mármol blanco, está ricamente decorado con motivos vegetales en una clara referencia modernista, muy en boga en estos años en Barcelona. Esta decoración modernista cobra gran importancia por cuanto es uno de los pocos ejemplos de Modernismo en Sevilla, y sobre todo en monumentos públicos donde rápidamente triunfó el Regionalismo auspiciado por la Exposición Iberoamericana de 1929. El nombre del poeta envuelto en una corona de laurel y las fechas de nacimiento y muerte completan el pedestal, de una gran armonía.
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Es en las figuras secundarias donde se despliega toda una rica iconografía simbolista que gira en torno al amor, el gran protagonista de la obra de Bécquer. La figura de un ángel caído, que aparece tumbado en la base del monumento, representa el "Amor herido", por ello discernimos un puñal clavado en su costado y con su mágico arco caído a su lado. En un último intento por sobrevivir, alza su mano izquierda hacia el poeta buscando una ayuda imposible.
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Haciendo pareja con el "Amor herido" tenemos otra figura totalmente viva, sonriente, que parece disfrutar mientras lanza sus flechas a diestro y siniestro. Es el "Amor que hiere", ese que aparece sin que nos demos cuenta, que atraviesa nuestro corazón con sus flechas y que puede traer tanto la felicidad más absoluta como el mayor de los sufrimientos cuando no es correspondido.
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Por último llegamos al conjunto de las tres figuras femeninas. De nuevo el simbolismo envuelve esta escena, tomada de la Rima X de Bécquer, concretamente la denominada "El amor que pasa". Las tres figuras hacen referencia a los tres estados por lo que puede pasar el amor: el Amor ilusionado, el Amor poseido y el Amor perdido.
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La talla de estas tres figuras es de una factura exquisita, tanto en los sentimientos que encierran sus rostros como en la riqueza de su vestuario y gestos. Particularmente queremos destacar la figura central, la que representa el Amor poseido, donde de nuevo aparece el estilo modernista, concretamente en su busto, en los magníficos pliegues de su vestido, que se retuerce como si se tratase de seda real, de una forma cuasi vegetal, algo típicamente modernista.
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El monumento fue inaugurado el 9 de diciembre de 1911 para ser remodelado unos años después por Aníbal González, que eliminó la verja que lo encerraba y añadió anaqueles donde se podían consultar obras del insigne poeta. En los años 80 volvió a ser reformado, en esta ocasión para añadirle una nueva verja que lo preservara de actos vandálicos, de hecho el monumento había sufrido varios ataques por lo que tuvo que ser restaurado en 1995 por Sebastián Santos Calero.
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