sábado, 26 de mayo de 2012

Tras las huellas de Hispalis (III): Lo que esconde el Patio de Banderas


El Patio de Banderas esconde, en apenas 600 metros cuadrados, gran parte de la historia y evolución de la ciudad de Sevilla. El interés arqueológico por esta zona se disparó en 1976 cuando Manuel Bendala descubrió, en uno de los extremos del Patio, una pileta de opus signinum que rápidamente se asoció con una basílica paleocristiana o visigoda en la que habría recibido culto San Isidoro antes de trasladarse sus restos a León. Estudiado y debidamente conservado, el supuesto Baptisterio fue enterrado a la espera de mejores tiempos para seguir estudiando el yacimiento arqueológico. No fue hasta 1997 cuando se elaboró un Plan Director que proponía excavar toda la superficie de la plaza, de pared a pared, un proyecto que finalmente se ha reducido a la zona de albero para evitar el traslado de los populares naranjos que decoran este espacio desde 1929.


Los trabajos arqueológicos empezaron en 1999 y se han ido añadiendo nuevas fases hasta día de hoy. Lo que ha aparecido en todos esos años es una secuencia histórica que permite comprender la evolución no sólo de esta zona de la ciudad, sino de toda Sevilla. Aquí han aparecido fondos de cabaña datadas en el 900 a.C. que suponen el primer asentamiento conocido en Sevilla. En aquella época el mar estaba a apenas cincuenta metros del Patio de Banderas por lo que se trataría de una población de carácter costero. Este yacimiento indígena empezó a desarrollarse gracias al contacto con los fenicios, atraídos por el comercio del aceite, que finalmente instalarían un asentamiento aquí, junto al mar. Ya en el siglo II a.C., esta zona de la península está completamente romanizada, siendo Hispalis un importante puerto fluvial (el mar se ha alejado y rompe ahora en Coría del Río) que exporta aceite a todo el Mediterráneo. Hispalis se convierte en una gran ciudad comercial que llegó a contar con varios foros. La zona del Patio de Banderas era el límite de la ciudad romana, de hecho, la aparición de un gran desnivel de hasta seis metros, ha permitido saber que en este punto empezaba la zona industrial relacionada con el puerto. En las excavaciones actuales ha aparecido un muro de adobe (imagen superior) de origen romano que pasa por ser la estructura arquitectónica más antigua encontrada hasta la fecha en la ciudad. Este muro serviría de sostén a un edificio de carácter industrial.


Llegamos en este punto a uno de los descubrimientos más importantes de los encontrados en el Patio de Banderas. Se trata de un edificio de almacenes que se conserva en muy buenas condiciones y que permitirá al visitante adentrarse en sus diferentes estancias. Este almacén constaba de dos edificios independientes conectados por un patio porticado. Bajo este patio había un sótano que se utilizaba como almacén de ánforas. El material arqueológico aparecido en esta zona es importantísimo, desde mármoles hasta pinturas murales, pasando por recipientes cerámicos y teselas de mosaicos.


En la siguiente imagen se puede observar la superposición de estratos y edificios encontrados en el Patio de Banderas.


Centrémonos en estos dos sillares de piedra. Son los restos del sótano del almacén romano. Sobre estos sillares (más los que tuvieran encima y que han sido expoliados) apoyaban las columnas que formaban el patio porticado del edificio. Es decir, estos sillares soportaban el techo del sótano del edificio.


Este edificio insdustrial sufrió un terremoto en el 75 d.C. que obligó a cegar gran parte del sótano, unas obras que dieron lugar a dos cotas diferentes en esta zona de la ciudad. Con el paso de los años, la zona norte (la más cercana a la Plaza del Triunfo) se monumentalizó construyendo un ninfeo, una fuente de carácter ritual que además de embellecer las ciudades, servía para dar culto a las divinidades de la naturaleza. Los restos de este ninfeo son muy escasos, viéndose parte de su solería y estructura en las siguientes imágenes.



Ya en el siglo II d.C., en el año 177, un nuevo golpe de la naturaleza obliga a intervenir en este espacio. Se trata de un maremoto que destruyó la ciudad de Cádiz y que se adentró tierra adentro hasta Hispalis, arrasando los barrios portuarios que había entre las actuales Plaza del Triunfo y Puerta de Jerez. Tras esta nueva envestida de la naturaleza, la zona se abandona, recluyéndose la población en la zona alta de la ciudad. No será hasta el siglo VI, ya en época visigoda, cuando se actúe de nuevo en este sector. A esta época pertenecen las basas de columnas (reaprovechadas de algún edificio romano) que se ven en la imagen. Esta columnata formaría parte del claustro de un monasterio dedicado a San Honorato y que habría fundado la hermana de San Isidoro. Estaríamos por tanto ante la primera evidencia de un complejo episcopal y religioso ubicado en esta zona de la ciudad. La famosa basílica sobre la que durante tantos años se ha especulado, estaría bajo el caserío del barrio de Santa Cruz, adosada a este complejo monacal del que ha aparecido parte de la solería y un pozo ceremonial cuidadosamente labrado.


El monasterio y todo lo que pudiera haber de época paleocristiana y visigoda se destruye tras la llegada de los musulmanes a la ciudad, que en el siglo XI explanan toda la zona para construir un nuevo barrio, no sin antes expoliar los materiales que se pudieran utilizar en futuras construcciones. Pero este barrio tiene una vida muy corta, apenas cincuenta años, ya que inmediatamente se destruye para dar paso al primitivo Alcázar, ese del que queda parte del acceso en una de las casas del Patio y que fue sustituido, posteriormente, por el actual Alcázar. La última intervención en este sector se lleva a cabo con ocasión de la Exposición Iberoamericana, cuando se adecenta y reconstruye el patio de armas para dar lugar al actual Patio de Banderas.

Todo esta compleja amalgama de datos, fechas y civilizaciones, se podrá conocer en la cripta arqueológica que se habilitará bajo el Patio de Banderas y a la que se accederá por la casa número 15, convertida en centro de interpretación de la ciudad de Sevilla. El visitante podrá, en apenas media hora de recorrido, conocer cómo evolucionó la ciudad desde el 900 a.C. hasta el siglo XI d.C. Ya se trabaja en el proyecto de ejecución de la cripta y si todo sale bien, en 2015 se podría abrir al público.

Nos queda una última incógnita por resolver: el famoso baptisterio. ¿Se trata realmente de un elemento relacionado con el primitivo culto cristiano en Sevilla? ¿O será parte del complejo industrial romano que hubo en esta zona hasta el siglo II d.C.? Para la respuesta habrá que esperar a que se inaugure el centro de interpretación.


>> Quiero agradecer la visita a aquellos que la han hecho posible, al Colegio Oficial de Arquitectos Técnicos que la ha organizado y al arqueólogo Miguel Ángel Tabales por su magnífica exposición.

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