sábado, 5 de julio de 2014

Las murallas de Sevilla (I): El Puerto almohade


La llegada de los almohades a Isbiliya el 12 de enero de 1147 supuso la total transformación de la ciudad heredada de siglos pasados. La oposición de la ciudadanía al férreo control de esta nueva dinastía supuso no sólo que la ciudad tuviera que reconquistarse en 1150, sino la construcción de un potente entramado de murallas que protegerían a los nuevos gobernantes, diseñándose un complejo sistema defensivo en torno a los principales centros económicos, religiosos y de poder: el puerto, la nueva Mezquita aljama y la residencia de los gobernantes, el Alcázar. Se iniciaba una nueva etapa en la que Sevilla se convertiría en capital del Imperio Almohade y como tal, su estatus e importancia adquirieron un peso fundamental en el mundo islámico. En apenas cien años (entre 1150 y 1248 cuando la ciudad pasa a formar parte del reino cristiano de Castilla) Sevilla adquirirá las dimensiones que se mantendrán hasta bien entrado el siglo XIX, con un cinturón de murallas que concentraba la ciudad almohade y que a día de hoy se sigue observando en diferentes puntos del centro histórico.



Empezaremos este recorrido por las murallas de la Isbiliya almohade precisamente por el último elemento que se construyó dentro de su red defensiva, la Torre del Oro. Se trata de una torre albarrana (unida a las murallas por un lienzo de muro) de tres cuerpos de los cuales sólo es original almohade el inferior, construido entre 1220 y 1221. El segundo cuerpo fue un añadido y reconstrucción de época de Pedro I en el siglo XIV mientras que el último, con su bella linterna, es obra de Sebastián van der Borcht de 1760. Esta torre formaba parte del conjunto defensivo de la alcazaba donde tenían su residencia los gobernantes almohades pero además vigilaba la entrada al puerto. Según los últimos estudios realizados, la torre se encontraría prácticamente rodeada por el agua de los ríos Tagarete (que desembocaba en el flanco sur del edificio) y el Guadalquivir. Desde ella se vigilaría el acceso a las atarazanas, que se encontrarían en el solar del conocido como Corral de las Herrerías. El lienzo de muralla entroncaría en línea recta desde la torre hacia el cinturón de murallas que iban hacia el Alcázar.

Lienzo de muralla cortado por la construcción del edificio Helvetia

Visión de la Torre del Oro desde el lienzo de muralla que comunicaba la torre albarrana con las murallas de la ciudad

En el interior del actual edificio Helvetia se conserva parte del entramado de las murallas que defendían las posibles atarazanas almohades. El hecho de que este muro tenga almenas tanto en la parte interior como exterior ha llevado a muchos estudiosos a afirmar que esta zona de la ciudad estaba fuera de la ciudad y que servía para defender un punto clave de la economía del imperio: las atarazanas.



Desde un vano abierto en el muro de tapial de la muralla se puede observar el solar que ocupó el Corral de las Herrerías durante la Edad Moderna y que en época almohade albergaría los astilleros primitivos de la ciudad.


En este muro se puede observar una de las grandes puertas que servirían de acceso a las atarazanas. Además de esta puerta existiría una segunda que fue cegada en algún momento de la historia y que apenas es perceptible. Estamos, por tanto, en una zona que estaría completamente inundada o muy cercana al agua, que llegaría prácticamente hasta los muros de la ciudad para facilitar la entrada y salida de los barcos.



La Torre de la Plata, conocida así por su cercanía y menor entidad que la del Oro, sería el segundo baluarte de defensa de esta zona portuaria e industrial. La unión entre ambas torres no sería en línea recta, sino que existiría un gran quiebro que serviría de acceso a las atarazanas. Sin embargo siempre se ha especulado con que ambas torres tuvieran un lienzo de muralla que las uniera en línea recta por la calle Santander, un extremo que la arqueología deberá refrendar. Este segundo lienzo de muralla rompería por completo el acceso a las atarazanas por lo que, o bien nunca existió o fue construido en una etapa posterior para evitar el quiebro una vez que el astillero dejó de estar en uso al trasladarse la construcción y reparación de barcos a las nuevas atarazanas levantadas por Alfonso X en 1252.


Desde la Torre de la Plata el lienzo de muralla seguiría recto hacia el Alcázar a lo largo de la calle Santander y atravesando la actual Avenida de la Constitución hacia la calle Santo Tomás.



En el interior del recinto amurallado nos encontramos el espacio que ocuparían las atarazanas almohades, relativamente pequeñas en comparación con las cristianas pero de una entidad bastante importante teniendo en cuenta la época en que se construyeron, la segunda mitad del siglo XII.


Aquí es mucho más visible la puerta que se veía antes tapiada en la muralla. Por este gran acceso entrarían y saldrían los barcos del imperio almohade. El uso de piedra nos habla de la necesidad de proteger un punto débil de la muralla que podía ser atacado con mayor facilidad.


En el interior del arco se observan todavía los goznes donde se sujetarían las cancelas o puertas que cerrarían el espacio para evitar el asedio y entrada de enemigos.



A día de hoy apenas se ve una pequeña porción de la muralla que, según las prospecciones y estudios realizados, tendría enterrada más del doble de la altura que vemos. El proyecto para la construcción de un espacio dedicado a las tradiciones sevillanas en este solar preveía la recuperación de la cota original de la muralla, seguramente el único aspecto positivo de tan controvertido proyecto que ahora mismo está paralizado.


Las almenas y merlones supervivientes en este tramo de muralla inciden en esa idea de que este espacio formaba parte de la ciudad, pero al mismo tiempo estaba fuera por lo que podía ser un punto débil dentro del sistema defensivo de la misma. Se trata de un recinto amurallado independiente que se conectaba con el Alcázar por medio de murallas pero que podía protegerse de manera autónoma gracias a las torres del Oro y de la Plata y del conjunto defensivo que rodeaba las atarazanas. Un lugar con mucha historia y que todavía puede arrojar muchas luces para conocer cómo era la Isbiliya almohade. Mientras ese momento llega, no estaría de más que algún tipo de cartel ofreciese información sobre este interesante sector de la ciudad a sevillanos y visitantes para que no caiga en el olvido y se valore como merece.


Con esta entrada comenzamos un periplo por las murallas de la ciudad que, por su extensión, se realizará en varias entregas. La próxima parada, el recinto del Alcázar y su espectacular y complejo sistema defensivo.


Gracias a Antonio Arteaga por su inestimable participación en estas entregas dedicadas al sistema defensivo de la ciudad.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Busco noticias sobre este Centro de las Tradiciones sevillanas y no aparece nada desde Junio del pasado año, cuando se dio a conocer. Entiendo entonces que es otro proyecto más abandonado (aunque en este caso me alegro).

Me gusta la idea de recuperar la cota original de la muralla, restaurándola junto con la Torre de la Plata. Además, le daría salida al Paseo de Colón y a la calle Almirante Lobo a través del Edifico Helvetia.

Sinceramente no sé qué uso se le podría dar a este espacio. Un jardín crearía un remanso de paz entre la "bulla" habitual de la zona. También podría construirse un edificio para usos culturales.

Unknown dijo...

Con respecto al reportaje, me ha parecido magnífico, y he podido entender una parte del recinto amurallado que no integraba bien.

Espero con ansia el resto del reportaje sobre la muralla.

Sergio Harillo dijo...

Actualmente el proyecto del Centro de las Tradiciones está paralizado por "replanteo" del mismo. Ha sido la propia empresa que lo presentó la que ha decidido echarse atrás para estudiar mejor el proyecto. Personalmente también me alegro, nunca me pareció un proyecto coherente o mínimamente interesante, aunque es una opinión personal como otra cualquiera.

Sobre el uso que se le podría dar a este solar, yo apostaría por ajardinarlo creando una zona verde que integrase los restos arqueológicos. Ignoro hasta qué punto se ha estudiado este solar en profundidad pero excavarlo sería sumamente interesante para ver qué hay debajo y despejar las incógnitas que existen sobre las atarazanas almohades. En función de lo que apareciera se podría plantear un tipo de proyecto u otro, pero en caso de poder ajardinarlo sería un lugar ideal para la celebración de actividades culturales que se integrasen en el jardín, como teatro al aire libre, conciertos, cine de verano... respetando, claro está, el descanso vecinal y teniendo en cuenta el lugar donde está y su importancia patrimonial (porque aquí en seguida se monta una verbena o una feria).

Me alegro de que le haya gustado el reportaje. Espero que el siguiente aclare algunas dudas sobre las murallas del Alcázar y su potente sistema defensivo.

¡Saludos!